El Vino: El Elixir Seguro de la Edad Media

 


En los oscuros tiempos medievales, mientras las ciudades crecían y el agua de los pozos se contaminaba, el vino emergió como el líquido más seguro para calmar la sed. A diferencia del agua, a menudo infectada con bacterias mortales, el vino—gracias a su proceso de fermentación y contenido alcohólico—era una bebida purificada, capaz de salvar vidas. 

Los monasterios medievales se convirtieron en bastiones vitivinícolas, perfeccionando el arte de la vinificación. Monjes como los benedictinos y cistercienses no solo bebían vino por devoción, sino por necesidad: era su "agua bendita" diaria. Incluso los niños tomaban vino diluido, evitando así las enfermedades transmitidas por el agua estancada. 

Mientras las pestes asolaban Europa, el vino seguía siendo un aliado fiel. Su graduación alcohólica, aunque moderada, eliminaba patógenos, convirtiéndolo en una bebida medicinal. Los médicos lo recetaban para fortalecer la sangre, y los marineros lo llevaban en sus viajes para evitar el agua putrefacta. 

Hoy, recordamos el vino no solo como un placer, sino como el salvador de una era donde beber agua podía ser una sentencia de muerte. ¡Brindemos por el elixir que mantuvo viva a la civilización!

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