El Origen del Ajedrez y los Granos de Trigo: Una Leyenda de Ingenio y Exceso
En los albores de la historia, en la antigua Persia, nació un
juego que desafiaría la mente y la imaginación: el ajedrez. Cuenta la leyenda
que un sabio matemático llamado Sissa ibn Dahir creó este noble
pasatiempo para entretener a su rey, un monarca abrumado por el tedio y la
melancolía. El ajedrez, con sus estrategias infinitas y batallas silenciosas,
cautivó al soberano, quien, agradecido, ofreció a Sissa cualquier recompensa
que deseara.
El sabio, humilde pero astuto, pidió algo aparentemente
sencillo: un grano de trigo por la primera casilla del tablero, dos por la
segunda, cuatro por la tercera, y así sucesivamente, duplicando la cantidad en
cada una de las 64 casillas. El rey, confiado en su riqueza, aceptó sin dudar.
Pero pronto, sus matemáticos descubrieron la verdad: la suma total de granos
ascendía a 18.446.744.073.709.551.615, una cifra que superaba toda la
producción mundial de trigo.
Esta historia, más que un simple relato, es una metáfora del
poder del ingenio humano y los peligros de la arrogancia. Sissa no buscaba
riquezas, sino enseñar una lección: incluso lo aparentemente pequeño puede
crecer hasta lo inconmensurable. El ajedrez, como los granos de oro, es un
recordatorio de que la verdadera recompensa no está en el material, sino en la
sabiduría y la estrategia.
Hoy, el ajedrez sigue siendo un legado de aquel sabio persa,
un juego que desafía a reyes y plebeyos por igual, demostrando que, en el
tablero de la vida, cada movimiento cuenta.
Comentarios
Publicar un comentario