Mussolini contra los espaguetis: la guerra más absurda del Duce
En la Italia de los años 30, Benito Mussolini no solo
soñaba con restaurar el Imperio Romano y conquistar el mundo. No, no. También
tenía un enemigo interno mucho más resbaladizo: los espaguetis.
Sí, has leído bien. El Duce, entre discurso y discurso
fascista, se obsesionó con que la pasta larga era símbolo de una Italia débil,
“blanda”, dependiente. En su retorcida visión, los espaguetis eran un vestigio
de un pueblo perezoso y poco viril. ¿Y qué quería hacer al respecto? Reeducar
al paladar italiano a base de arroz, el alimento “fuerte, moderno y
fascista”. Como si cambiar la dieta hiciera de Italia una superpotencia.
Promovió el Manifesto della cucina futurista,
un delirio gastronómico firmado por Filippo Tommaso Marinetti (líder del
futurismo), que proponía eliminar la pasta por completo. Nada de carbonara, ni
puttanesca, ni siquiera unos tristes macarrones. ¿La alternativa? Platos como
“pollo irradiado con rayos X” o “puré con esencia de violetas”. Más que cocina,
parecían menús de un alienígena en ayuno intermitente.
Pero Italia, la verdadera Italia, reaccionó. Las
abuelas levantaron cucharones, los chefs se rebelaron, y el pueblo...
sencillamente ignoró el capricho del Duce. Porque puedes controlar la prensa,
el ejército y la economía, pero no puedes tocar la pasta de una nonna sin
que arda Roma.
Mussolini fracasó en su cruzada antipasta. Y así, en
el Olimpo de las ideas ridículas de la historia, quedó grabado el día en que un
dictador intentó derrotar a los espaguetis... y acabó siendo al dente
para la burla eterna.
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