Los Serenos: Los Héroes Nocturnos de las Calles Españolas

 


Durante la noche, cuando las ciudades dormían, ellos velaban. Los serenos, guardianes anónimos de calles empedradas, eran más que simples vigilantes: eran faro, llave y voz en la oscuridad. 

Armados con su chuzo y un silbato, recorrían las calles anunciando el clima: ¡Sereno!" si el cielo estaba claro, "¡Nublado!" si amenazaba lluvia. Pero su labor iba más allá: apagaban faroles de gas, abrían portales con sus llaves maestras y auxiliaban a vecinos en apuros. Eran la voz tranquila en la noche, el "todo está bien" que calmaba a una ciudad sin alarmas ni teléfonos.   

Antes de los telefonillos, el sereno era el único que podía abrir las puertas a los trasnochadores. Se dice que algunos cobraban propinas por este servicio, y otros hacían la vista gorda ante ciertos "deslices" nocturnos. Eran un eslabón clave en la vida social: sin ellos, volver a casa de madrugada era misión imposible. 

La electricidad y la policía moderna los condenaron. En los años 70, los últimos serenos colgaron sus chuzos, pero su legado perdura en zarzuelas, coplas y el imaginario colectivo. Hoy, su figura evoca un tiempo en el que la seguridad era humana, cercana, casi de barrio. 

Ellos fueron los últimos caballeros de la noche. Los que, con un grito o un silbido, mantenían el mundo en orden mientras España dormía.

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