La Reina Juana la Loca y el Épico Duelo de Amor en el Entierro de Felipe el Hermoso
El cortejo fúnebre avanzaba lentamente por los páramos de
Castilla. Juana, vestida de luto, cabalgaba junto al féretro de Felipe,
negándose a aceptar que su amor había partido. Las crónicas cuentan que ordenó
abrir el ataúd en cada pueblo, besando los fríos labios de su esposo, como si
con sus lágrimas pudiera devolverle la vida. Su dolor era tan inmenso que
incluso prohibió que las mujeres atractivas se acercaran al cortejo, temerosa
de que Felipe, incluso en la muerte, pudiera ser seducido por otra.
La noche del entierro, bajo la luz temblorosa de las
antorchas, Juana se arrodilló frente a la tumba y juró que su amor era eterno.
"Aunque la muerte nos separe, mi corazón late solo por ti", susurró,
mientras el viento helado parecía llevar sus palabras al más allá. Su devoción
era tan intensa que muchos la llamaron loca, pero ¿acaso no es el amor más puro
una locura?
Juana la Loca se convirtió en un símbolo de pasión
desbordada, un recordatorio de que el amor verdadero no conoce límites, ni
siquiera los de la muerte. Su historia, envuelta en drama y melancolía, sigue
resonando como un canto épico al poder del corazón humano.

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